Panorama Opinión. La oposición política en la República Dominicana sigue extraviada, sin una estrategia clara que le permita convertirse en una opción real de poder para el 2028. A pesar de que la Fuerza del Pueblo (FP) ha logrado consolidarse como el principal partido opositor tras las elecciones de 2024, su futuro es incierto si no logra modernizar su visión y desprenderse de las prácticas que tanto criticó al salir del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en 2019.
Cuando la FP se escindió del PLD, sus dirigentes denunciaron el sectarismo y la imposición de candidaturas dentro de la organización morada, pero hoy parecen reproducir los mismos patrones. Las tendencias internas comienzan a marcar el rumbo del partido, y una cúpula envejecida se aferra al poder, negándose a ceder espacio a las nuevas generaciones. Los jóvenes que creen en un relevo político dentro de la FP no son más que piezas desechables en un juego dominado por líderes que solo los utilizan cuando conviene.
Por su parte, el PLD continúa en un limbo. Su congreso reciente no ha producido señales de renovación ni de conexión con las problemáticas que afectan a la ciudadanía. Los temas que deberían ocupar su agenda—seguridad social, salarios dignos, transporte público eficiente, educación de calidad y un sistema de salud funcional—siguen sin ser el eje central de su discurso. En lugar de reinventarse, parece aferrarse a un modelo de hacer política que ya no conecta con la sociedad dominicana actual.
El mayor problema de la oposición es su división y su falta de un proyecto común. Tanto la FP como el PLD creen que pueden llegar al poder por separado, sin entender que la fragmentación los aleja aún más de esa posibilidad. Mientras sigan enfrascados en sus diferencias y sin una estrategia unificada, el oficialismo mantendrá la ventaja, incluso si enfrenta una gestión desgastada o con conflictos internos.
Muchos podrían pensar que falta mucho para el 2028, pero las victorias electorales no se construyen de la noche a la mañana. Se logran con planificación, renovación de liderazgos y un mensaje que conecte con la gente. Hoy, la oposición dominicana sigue perdida en el tiempo, sin ofrecer una alternativa real de esperanza e ilusión. Si no cambia de rumbo, el poder seguirá fuera de su alcance.