Reportaje

¡Triste Navidad les espera!

Navidad

El viacrucis diario se eleva a la máxima potencia cuando se acercan las fiestas navideñas. Peor aún cuando se sobrevive con un subsidio estatal pírrico, que no alcanza ni ¡para una telera y un pollo horneado! Vivencias reales de personas reales.

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Supervivencia, existir, ser o no ser, ese es el dilema, como dijo el dramaturgo inglés William Shakespeare, en su famosa tragedia “Hamlet”, es lo que enfrentan a diario miles de personas en estado de extrema pobreza, por no decir pobreza absoluta.  

Es el día a día de miles que sobreviven en República Dominicana, gracias a los “famosos” subsidios sociales, que no significan más que poner frente al cristal social la desesperanza, que se incuba como un mal en el seno de esa misma sociedad, que se lucra de sus vicisitudes.

Madres solteras, abandonadas con varios hijos, provenientes de la clase más empobrecida del país, se ven en la obligación de trabajar a destajo para mantener sus familias, mientras abuelas, tías y hasta alguna que otra amiga, solícitas, las ayudan a criar los niños en condiciones deplorables.

Abuelas que han tenido que asumir la custodia y cría de los hijos de la violencia. Irresponsabilidad gubernamental a troche y moche, en medio de una sociedad en la que los encargados de velar por la protección y salvaguarda de sus vidas y derechos, reciben exoneraciones insólitas, por el simple hecho de ser congresistas, ¡y hasta las justifican!

Funditas navideñas

Mientras, una gran masa de la población comienza a mortificarse por la bendita cena de Nochebuena.

Son historias que parten el alma, literalmente, por lo crudas y terribles. Ante unas fiestas navideñas, en las que el derroche no tiene límites, miles de personas se ven impotentes para conseguir lo mínimo para su sustento diario.

Peor, desde ahora, maquinan cómo alimentar y hacer disfrutar a un conjunto familiar desplazado, apartado, anegado en profundas necesidades básicas, por tal razón, Panorama quiso conocer, de manera directa y de primera mano, las necesidades de esta masa poblacional y compartir algunos ejemplos.

¡Noventa y nueve escalones de abajo hacia arriba y viceversa!

Al final del mercado de la Duarte, lleno de porquerías, insalubre e inhóspito, se sigue un caminito de lo “más cómodo”. 99 escalones, contados, para llegar a la ribera oeste del río Isabela, super contaminado, para conversar con Laura G. (a partir de ahora, los nombres son ficticios, quieren cubrir su identidad), quien recibe un subsidio del Estado de mil quinientos pesos al mes para cubrir sus necesidades y la de sus hijos.

Es el barrio La Zurza. Laura trabaja en el mercado de la Duarte, limpiando vegetales en un puesto, y, de vez en cuando, si aparece la oportunidad, aprovecha para satisfacer sexualmente a algunos clientes. Dos niños, “una hembrita y un machito” –9 y siete años, respectivamente– dice, son el fruto de una unión que terminó en tragedia.

“Cayó preso por drogas, está en (cárcel) La Victoria. Vivir sola aquí, con dos muchachos chiquitos, sin papá, tengo que buscármela como una tora”, usted sabe. “Los muchachos se quedan con una prima, y la ayuda su mamá, mi tía, pero tengo que pagar eso. No están en la escuela porque es difícil subir y bajar toda esta vaina –los escalones–, pero por suerte, tengo la entradita del Gobierno para resolver algo”.

A la pregunta de cuánto recibe del Estado y qué piensa hacer para la cena de Navidad, responde: “Imagínese, dos muchachos, una prima y una tía con mil quinientos pesos de la tarjeta Solidaridad, pero, aunque sea un picapollo les compro, y una telera de las del mercado”.

Guandules, Gualey y Guachupita, trilogía maldita de pobreza extrema

Las tres “G” que bordean el suroeste occidental de la ribera del río Ozama, la conforman tres barrios o sectores, notables a través del tiempo por la extrema pobreza, la violencia, criminalidad y todo tipo de acciones contrarias a la ley. Forman parte del entramado de pobreza existente en un Distrito Nacional, rodeado de opulencia y riqueza extrema.

Sujeidy, una joven de 26 años, residente en Gualey, dice que debe cuidar de su madre, que se encuentra postrada en cama por un accidente cerebro-vascular, es una víctima más del sistema imperante. Hace unos años, se inscribió en el Sistema Único de Beneficiarios del Estado y todavía espera la dichosa tarjeta.

Cada vez que llama o trata de averiguar cuándo va a salir la ayuda, “me responden: está en proceso, no se desespere”. Pero a estas alturas del juego, su desesperanza se acentúa.

La joven Sujeidy, ya no cree en nada ni en nadie. Pero, además, hace una denuncia contundente, que debe mover a preocupación a las autoridades de los programas sociales de ayuda gubernamentales.

“Me tienen de relajo, sin embargo, mire usted –y señala con el dedo– ¿usted ve ese colmado de la esquina? Son los dueños, propietarios, de un colmado, y reciben bono luz, bono gas, Solidaridad y otros beneficios del Gobierno, ¿A cuenta de qué y de quién? ¡Ah! ¡Trabajaron en las dos campañas y ofrecieron de todo y ahora son ellos los que se benefician! ¡Así sí es bueno!

La queja es recurrente de parte de muchos ciudadanos que se sienten engañados en su buena fe, ya que otros son los que reciben beneficios, cuando los que realmente los necesitan no son tomados en cuenta.

Fernando Martínez, quien vive en la calle San Francisco, en la confluencia de las 5 Esquinas de Los Guandules, revela un método de supervivencia con la tarjeta Solidaridad.

“Hay negociantes que te empeñan la tarjeta por cierto tiempo, un mes, seis, un año, y te dan una cantidad equis, esa la ponen ellos”, si hay algún cambio o algo, te la pasan para que la actualices”.

Son muchos los beneficiarios de los subsidios gubernamentales que se involucran en este tipo de negociaciones, irregulares, ilegales, y lo peor, es que muchas de estas personas, utilizan el producto de sus tarjetas en negocios no muy claros.

Mientras tanto, miles esperan ser beneficiados con los chelitos de la “Cena de Nochebuena”, pero las realidades están ahí, en la boca de los olvidados y desesperanzados sociales.

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