Panorama Salud. Millones de mujeres y niñas de todo el mundo siguen sin poder permitirse los productos menstruales o el acceso a instalaciones de agua y saneamiento para gestionar su salud e higiene menstruales. Como consecuencia de la menstruación, dejan de ir a la escuela o el trabajo y sufren secuelas sanitarias, pero no tiene por qué ser así.
En el estado de Sitamarhi, Bihar, la India, en 2022, varias mujeres sujetan compresas durante una campaña informativa como parte del programa de gestión de la higiene menstrual organizado por UNICEF.
En el estado de Sitamarhi, Bihar, la India, en 2022, varias mujeres sujetan compresas durante una campaña informativa como parte del programa de gestión de la higiene menstrual organizado por UNICEF. Fotografía: UNICEF/Priyanka Parashar
¿Qué es la pobreza asociada a la menstruación?
Cada mes, más de 2.000 millones de personas[1] en el mundo menstrúan. La menstruación, o el período, es un proceso natural y saludable; sin embargo, millones de mujeres y niñas no pueden permitirse los productos menstruales o el acceso a agua y saneamiento seguros para gestionar su salud e higiene menstruales. Esto es algo que trunca su vida, sus derechos y su libertad.
La pobreza asociada a la menstruación hace referencia a no poder pagar los productos menstruales o acceder a ellos y no contar con instalaciones de saneamiento e higiene ni la educación o los conocimientos para gestionar la salud menstrual. Dicho llanamente, la pobreza asociada a la menstruación le cuesta demasiado a las mujeres y las niñas y no tiene por qué ser así.
¿A quién afecta la pobreza asociada a la menstruación?
Esta pobreza es un problema de salud mundial que afecta a mujeres y niñas en países ricos y pobres. Los productos que pueden utilizar las mujeres y las niñas para gestionar su salud e higiene menstruales varían enormemente en función de sus ingresos o de si viven en zonas urbanas o rurales.
En Bangladesh, Egipto, la India, Madagascar y Zimbabwe, por ejemplo, las adolescentes y mujeres de zonas urbanas tienden a utilizar más las compresas en comparación con las adolescentes y mujeres de zonas rurales, que normalmente recurren al uso de trapos. Según datos de la OMS y UNICEF, 1 de cada 5 adolescentes y mujeres en las zonas rurales de Etiopía no utiliza ningún material, en comparación con la proporción de 1 de cada 20 en las zonas urbanas.
En los Estados Unidos, 1 de cada 4 adolescentes y 1 de cada 3 adultas tiene dificultades para asumir el precio de los productos menstruales, sobre todo las adolescentes de color y de familias con menores ingresos.
Una encuesta realizada por Plan International en 2020 reflejó que 3 de cada 10 niñas del Reino Unido tenían dificultades para asumir el precio de los productos menstruales o acceder a ellos, por lo que más de la mitad de ellas los sustituían por papel higiénico.
En 2014, en el Senegal, varios profesionales del gobierno participan en un taller de capacitación de formadores sobre la gestión de la higiene menstrual, impartido por un programa conjunto sobre género, higiene y saneamiento diseñado e implementado por el Consejo de colaboración para el abastecimiento de agua potable y el saneamiento (WSSCC) y ONU Mujeres en África Occidental y Central. Este taller tiene por objeto fortalecer sus capacidades orientadas al saneamiento y la higiene de las mujeres y niñas.
En 2014, en el Senegal, varios profesionales del gobierno participan en un taller de capacitación de formadores sobre la gestión de la higiene menstrual, impartido por un programa conjunto sobre género, higiene y saneamiento diseñado e implementado por el Consejo de colaboración para el abastecimiento de agua potable y el saneamiento (WSSCC) y ONU Mujeres en África Occidental y Central. Este taller tiene por objeto fortalecer sus capacidades orientadas al saneamiento y la higiene de las mujeres y niñas. De esta manera, podrán transformar los programas y llevar a cabo sesiones de sensibilización tanto a nivel institucional como comunitario. Fotografía: Javier Acebal
¿Qué causa la pobreza asociada a la menstruación?
El estigma, el elevado costo de los productos menstruales y la falta de instalaciones de agua y saneamiento causan la pobreza asociada a la menstruación en todo el mundo.
Para millones de personas en todo el mundo, los productos menstruales tienen un precio prohibitivo. Se puede culpar en parte a las políticas y las leyes fiscales insensibles a la dimensión de género, como, por ejemplo, el “impuesto rosa” que se aplica a los productos destinados a la mujer. Por otro lado, estas decisiones normativas se ven exacerbadas por el estigma y el tabú que rodea la menstruación. Por ejemplo, en muchos estados de los Estados Unidos, el Viagra (medicamento utilizado para tratar la disfunción eréctil) está exento de impuestos, mientras que los productos menstruales se clasifican como bienes de lujo y están sujetos a la tasa impositiva más alta.
Además, más de 1.500 millones de personas todavía carecen de servicios de saneamiento básicos, como baños privados. La falta de acceso a baños seguros obliga a que muchas niñas dejen de ir a la escuela y muchas mujeres al trabajo cuando tienen la menstruación. Como mínimo 1 de cada 10 mujeres y niñas en zonas rurales de 12 países no disponía de un espacio privado para lavarse y cambiarse durante su última menstruación.
Asimismo, la pobreza asociada a la menstruación se perpetúa por el estigma y la falta de información y educación. No solo se trata de que muchas niñas y mujeres carezcan de los conocimientos y la preparación necesarios para gestionar su período sino que, además, los encargados de formular políticas y los adultos con poder de decisión en escuelas y lugares de trabajo tampoco están bien informados sobre la menstruación.
En Bangladesh y Egipto, solamente el 32% y el 66% de las niñas, respectivamente, afirmaron saber lo que era la menstruación antes de tener su primer período, por lo que para muchas fue una sorpresa o incluso les causó miedo.
El estigma y la discriminación son mayores en comunidades en las que existen normas sociales y culturales nocivas en torno a la menstruación. Incluso hoy en día, en algunas partes del mundo, las niñas y mujeres que tienen el período son consideradas impuras o intocables, lo que restringe su libertad de movimiento y acceso a determinados espacios. Persisten mitos como el que señala que si las mujeres y niñas que están menstruando tocan ciertos alimentos, éstos se pudrirán. Tampoco pueden entrar en lugares de culto y deben permanecer aisladas.