Las juntas de vecinos son tejidos de un sistema social, que unifica a las familias y residentes de un sector o un barrio, para perseguir metas y objetivos conjuntos. Ahí radica el valor de estas estructuras del esqueleto social de un estado. En la mayoría de las comunidades del RD existen Juntas de Vecinos, en un sector, barrio o ensanche pueden operar diversas juntas, que se organizan por perímetros; pero en la práctica, estas entidades son inoperantes, y las que funcionan, lo hacen a un nivel muy por debajo de su capacidad.
En la mayoría de los casos los directivos de las juntas, no tienen idea de lo que tienen entre manos, tampoco reciben educación u orientaciones por parte del departamento de juntas de los ayuntamientos, en algunos municipios ni siquiera existe. Los cabildos son los llamados a constituirse en guardianes del funcionamiento de las juntas, sobre todo cuando el reglamento que las rige se deriva de la ley No. 176-07 del Distrito Nacional y los Municipios y la ley 5622 sobre autonomía municipal.
El rol de las Juntas de Vecinos
Estas organizaciones no se deben limitar a diligenciar con el ayuntamientos u otras instituciones del estado, reparaciones y obras de infraestructuras en los perímetros correspondientes; su rol como lo establece el reglamento que las regula, “es contribuir a lograr la participación consciente de la comunidad en la solución de sus problemas” y fortalecer la superestructura social del sector, “integrando a la comunidad en programas que contribuyan con el desarrollo a corto, mediano y largo plazo”. En otras palabras, capacitar a los vecinos y vecinas en la adquisición de conocimientos, que les ayude a comprender y valorar su papel como ciudadano comprometido con el desarrollo integral del sector.
Las Juntas de Vecinos son laboratorios sociales que generan respuestas, a situaciones que afectan a las comunidades donde operan, a través del trabajo voluntario en beneficio del sector. Cada comunidad en este país posee uno de los recursos más importantes del mundo, una herramienta sin la cual no existe, sociedad ni estado, que es el recurso humano; en cualquier barrio abunda este recurso, hay profesionales en diferentes disciplinas, pero, sobre todo, personas dispuestas a trabajar por el progreso del colectivo donde viven. Los profesionales pueden contribuir con sus conocimientos a la solución de muchos de los problemas que afectan a la comunidad, sin la necesidad de esperar la tardía ayuda gubernamental, que en la mayoría de los casos llega gravada con un alto interés, cargado al voto de los munícipes.
El poder de la organización
Los vecinos de un perímetro donde opera una Junta de Vecinos deben entender que una comunidad organizada genera poder en sí misma y atrae hacia la comunidad las acciones de parte de las autoridades, que antes eran indiferentes, pero que al notar la unidad y el poder organizativo del perímetro, se ven en apuros al darse cuenta de que los comunitarios, despiertos en la conciencia y unidos en un esquema de trabajo voluntario y cooperación social que los fortalece, deciden solucionar con sus esfuerzos las situaciones que les afectan al colectivo. Entonces al verse expuestos en su ineficiencia, corren a integrarse a la iniciativa social que promueven los comunitarios y contribuyen que se solucione el problema.
Una comunidad activa, potencia procesos de creatividad social, para solucionar los problemas que afectan al conglomerado, temas como la basura, el taponamiento del drenaje, problemas con el tráfico vehicular, la delincuencia, el aparcamiento indebido y la convivencia en el sector, entre otras situaciones que los moradores conocen mejor que nadie y con ese conocimiento pueden contribuir a la búsqueda de salidas viables que beneficien a todo el sector.
El cáncer de la política hace metástasis en las Juntas de Vecinos y las inutiliza.
Las Juntas de Vecinos pueden generar el desarrollo integral del perímetro donde operan, para lograr este objetivo, tienen que desterrar de su seno las pasiones politiqueras y todo ente que se pueda convertir en elemento disociador, la religión y los colores de los equipos de pelota pueden ser manzanas de la discordia en el corazón de una Junta de Vecino. Cuando hablo de religión, no quiero decir que no se invoque la bendición de Dios, lo que deseo expresar es que, no se debe orar bajo la tutela de una religión que se imponga al grupo.
Estas entidades comunitarias tienen que ser neutrales, en política, religión y todo aquello despierte pasiones y encienda los ánimos. El pensamiento abierto y plural debe primar dentro de este tipo de organizaciones, así como el respeto al derecho a disentir entre los que componen la Junta, dentro de un orden parlamentario y democrático.
La educación en las Juntas de vecinos
No hay nada que asuste más a un funcionario público, que una comunidad empoderada, consciente de sus deberes y derechos, por lo que uno de los papeles fundamentales de las Juntas de Vecinos es integrar y capacitar a sus vecinos y vecinas, a través de la educación ciudadana y la orientación social, para crear ciudadanías fuertes y conscientes.
La gran mayoría de las Juntas de Vecinos de República Dominicana, cojea en la parte educativa y la socialización entre los miembros, generalmente, dentro de un grupo directivo de casi veinte personas, trabajan dos o tres y en muchas ocasiones solo el presidente de la misma suele moverse; esto reduce el poder de impacto de estos organismos y los sume en la cuasi inoperatividad, el organismo queda a merced del manejo político, que todo lo que toca lo corrompe y momifica, debilitando hasta la nulidad el liderazgo comunitario de las juntas.
Cuando digo que las Juntas de Vecinos son la última línea de defensa que le queda al pueblo dominicano, me refiero a que en el país nadie trabaja para construir ciudadanía consciente y responsable. El liderazgo comunitario que encarnan las juntas, es lo único que nos puede salvar de la hecatombe de degradación de valores que amenaza, el núcleo de la sociedad, porque las Juntas de Vecinos tienen una conexión directa con las familias en cada perímetro.