Panorama Opinión. El 15 de julio de 2024, la tía Amelia y sus exploradores del reino llegaron a la playa Los Gringos de Nagua. El calor era abrasador y el sudor corría a raudales por sus caritas. Desde que se llevan estadísticas ese día quedaría registrado como el más caliente de la historia del planeta.
El Sol parecía un foco incandescente y la arena quemaba los descalzos piecitos de los poseedores del reino de los cielos. A los doce meridianos Nagua experimentó la temperatura más alta jamás asentada, un funesto recordatorio del cambio climático.
La maestra Amelia, aprovechó el sofocante momento y habló a sus alumnos sobre el calentamiento global y las consecuencias de este fenómeno. Les explicó cómo el aumento de las temperaturas afectaba a los ecosistemas, a las personas y al planeta en general.
Sofía, la exploradora más entusiasta, propuso al grupo limpiar la playa, de esa forma contribuirían con la protección de los recursos marinos. Mateo, se mostró escéptico al principio, el calor incrementaba su mal humor, pero al final a regañadientes se unió al grupo, con cara de poco amigo. La guía de los recién iniciados exploradores dividió la playa en secciones y los arengó a ponerse manos a la obra.
Se colocaron guantes de látex para evitar enfermedades contagiosas. En la basura, encontraron botellas de plástico, vidrios, pedazos de redes de pescadores, pañales desechables, incluso un viejo paraguas. Las bolsas negras estaban atiborradas de todos estos residuos. Sintieron una sensación agridulce, por un lado, la alegría por contribuir con la higiene de las costas y por el otro la tristeza de ver los desperdicios arrojados por el hombre a las calles y cañadas cuyo destino final será siempre el mar y los océanos. Después de varias horas la playa Los Gringos lucía limpia y hermosa.
Rodeados por la brisa marina y con el sol cediendo a la tarde, los niños se tomaron de las manos junto a la tía Amelia y prometieron: “cuidar nuestro planeta, reducir la huella de carbono, animar a sus padres y familiares a hacer lo mismo».
Los días siguientes, los estudiantes de quinto grado se convirtieron en verdaderos embajadores del medio ambiente. Organizaron una campaña de reciclaje en su escuela, crearon carteles informativos sobre el cambio climático y plantaron árboles en el parque Tatico Henríquez.
La experiencia en la playa Los Gringos había sembrado en ellos una semilla de conciencia ambiental que crecería con el tiempo. Y aunque el 15 de julio de 2024 había sido un día extremadamente caluroso, para los exploradores del reino se convirtió en un día de esperanza y compromiso con un futuro más sostenible.