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Panorama Nacional. El Parque Nacional Humedales del Ozama concentra buena parte de esos ecosistemas: lagunas, manglares, ciénagas y bosques de galería que funcionan como filtros biológicos, amortiguadores de crecidas y reservorios de biodiversidad. Sobre el papel, su salvaguarda es incuestionable. En el terreno, la historia es otra.
Según una investigación de la periodista Odalis Castillo y su equipo de Tras la verdad, el asedio diario a los Humedales del Ozama, se pudo observar por las grandes descargas de residuos, deforestación, tala de bosques de galería y un mercado negro de terrenos que se mueve con sorprendente normalidad.
“No es un accidente, ni un episodio aislado. Es un patrón”, apunta la periodista.
Las malas prácticas en torno a los humedales hacen que se pierda no es solo paisaje; también la seguridad hídrica, estabilidad del suelo, calidad del aire y resiliencia climática. En conclusión, se pierde ciudad.
La destrucción se explica por una mezcla repetida: vacíos de aplicación de la ley, ambigüedades normativas, permisividad institucional y una cadena de actores —informales y formales— que obtienen ganancias inmediatas mientras socializan los costos ambientales y sociales.
Ante esta situación amenazante para la ciudad, se espera que los organismos regulatorios pongan atención al peligro que representa para los habitantes y para el país en sentido general.
Debido a que los humedales son los pulmones y riñones de la capital, un patrimonio que equilibra la temperatura, da oxígeno, recoge aguas, atenúa inundaciones y ofrece refugio a especies que todavía encuentran en esos bordes de ciudad un hogar posible.