Por Elvin Castillo
Panorama Opinión. -La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de autorizar a Ucrania el uso de misiles de largo alcance en territorio ruso no solo es controvertida, sino también profundamente preocupante. Este movimiento, que ocurre en un momento de transición política interna tras la derrota de su partido en las elecciones y a tan solo dos meses del término de su mandato, plantea serias preguntas sobre sus implicaciones éticas y estratégicas.
Durante meses, la administración Biden había mantenido una postura de cautela frente al envío de armamento avanzado a Ucrania. Ahora, este cambio de enfoque aparece como una acción abrupta que podría aumentar de manera innecesaria las tensiones entre potencias y, lo que es más alarmante, acercar al mundo al borde de un conflicto de escala global. En un contexto ya marcado por la inestabilidad, ¿es razonable tomar decisiones que puedan intensificar el riesgo de una escalada militar?
La respuesta parece obvia: no lo es. Permitir el uso de misiles de largo alcance representa no solo una posible violación de los límites éticos que deben guiar la política exterior, sino también un peligroso precedente. La historia nos ha enseñado que decisiones precipitadas o basadas en intereses de corto plazo pueden tener consecuencias desastrosas para la estabilidad mundial.
Además, resulta preocupante que esta decisión coincida con el periodo de transición de un gobierno que ha perdido legitimidad electoral. ¿Es adecuado que una administración saliente tome medidas de tal magnitud sin un consenso claro? La sociedad estadounidense y la comunidad internacional tienen la responsabilidad de cuestionar estas decisiones y de exigir una política exterior más responsable, que priorice el diálogo y la desescalada del conflicto.
El mundo necesita liderazgo responsable en momentos críticos. Autorizar acciones que aumenten las tensiones bélicas no solo es irresponsable, sino también una traición a los principios de paz y cooperación que deberían guiar las relaciones internacionales. Esta medida debería ser rechazada de manera contundente, no solo por su potencial destructivo, sino también porque representa un abuso de poder que amenaza la seguridad global.
En definitiva, decisiones como esta nos recuerdan la importancia de exigir rendición de cuentas a los líderes mundiales y de rechazar cualquier acción que ponga en peligro el futuro del planeta. La paz no es solo un ideal; es una necesidad imperante en tiempos tan frágiles como los que vivimos.