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Déjala ir: cuando decidimos salvarlas y no contarlas

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Panorama Opinión: Durante los últimos veinte años, la República Dominicana ha vivido una tragedia silenciosa que se repite con una puntualidad aterradora: mujeres asesinadas por quienes un día juraron amarlas, e hijos que quedan huérfanos, marcados para siempre por la violencia. Más de 1,800 feminicidios en dos décadas no son una estadística: son tumbas en los cementerios de nuestros pueblos. Son 1,800 sillas vacías en la mesa familiar, son miles de futuros robados, son familias fracturadas para siempre.

Esta realidad insoportable fue la que me llevó, al llegar al Congreso Nacional, a entender que la pregunta ya no podía ser “¿quién es el culpable?”, sino “¿qué vamos a hacer para detenerlo?”. Descubrimos algo fundamental: las estadísticas no salvan vidas; las acciones, sí. Fue con esa convicción que nació la Reforma Integral Déjala Ir.

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Y les confieso algo: «Déjala Ir» no surgió en una oficina ni detrás de un escritorio. No la escribimos con tinta. La escribimos con el dolor acumulado del país. Su primera letra fue el llanto de un padre despidiéndose de su hija. Sus comas fueron los silencios de los huérfanos. Sus puntos fueron la fuerza de las abuelas que crían solas. Esta reforma nació del miedo que paraliza a nuestras niñas, que merecen un país donde puedan soñar sin miedo, no uno donde tengan que sobrevivir. Nació, finalmente, cuando como legisladoras entendimos que el hogar, que debe ser el refugio más sagrado, se ha convertido, para demasiadas, en el lugar más peligroso de todos. Y decidimos que no podíamos ser cómplices de esa realidad ni un día más.

Pero el dolor, por sí solo, no es un plan. Esa indignación nos obligó a diagnosticar con frialdad los vacíos del sistema que permitían esta tragedia: una prevención deficiente, instituciones que no se comunican entre sí, órdenes de alejamiento que a menudo se convierten en papel mojado, una justicia lenta que llega tarde, y la ausencia de un cuidado reconocido que condena a miles de mujeres a la dependencia económica de sus agresores. Comprendimos que, si el problema es estructural, la respuesta debe ser integral.

Por eso, la reforma no es solo una ley; es una arquitectura completa de política pública diseñada para proteger, prevenir, sancionar y reeducar. La trabajamos durante nueve meses con expertas, universidades, organizaciones, juristas, y con el apoyo de más de 70 legisladoras y la totalidad de las senadoras, demostrando que, frente a la vida, no hay colores partidarios.

Sin embargo, una arquitectura legal no es suficiente si no cambiamos la cultura. La campaña nacional que la acompaña también lleva su nombre: “Déjala Ir”. Con ella, le hablamos al hombre dominicano, porque sabemos que, si ellos no son parte de la solución, jamás romperemos el ciclo de violencia. Les hablamos con respeto, con claridad y con esperanza; no desde la confrontación, sino desde la corresponsabilidad. Porque cuando matan a una mujer, la tragedia es colectiva: un hijo pierde a su madre, un padre a su hija, un hermano a su hermana. La violencia también desgarra a los hombres y destruye el núcleo familiar.

Esta doble estrategia legal y social es la que nos permite afirmar hoy con determinación: no queremos seguir contando víctimas; queremos comenzar a salvarlas. Esta reforma es un camino posible, responsable y profundamente humano hacia esa meta. No nace para dividir, sino para unirnos como nación. No nace para enfrentar a hombres y mujeres, sino para garantizar que todos podamos vivir con dignidad, respeto y, sobre todo, con seguridad.

Con esa meta en mente, a partir de ahora, estos proyectos le pertenecen al país. Invitamos a cada sector —academias, iglesias, empresarios, medios, organizaciones, padres, maestros, y, sobre todo, a los hombres de poder e influencia— a sumarse, a hablar, a educar, a apoyar y a no guardar silencio. Este es el momento histórico de transformar la indignación nacional en acciones concretas y permanentes.

Ni una mujer menos. Ni un niño menos. República Dominicana no puede esperar otro nombre, otra cruz, otro luto.

Es tiempo de salvar vidas. Es tiempo de Déjala Ir.

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