Petra Saviñón | | | 10 mins de lectura
Los sectores Capotillo, Luperón, Simón Bolívar, 24 de abril y 27 de Febrero, en el Distrito Nacional, Los Mina y Herrera, en Santo Domingo Este y Oeste, y el municipio Los Alcarrizos eran hasta principios del decenio 2010 “frentes de combate” de males sociales. Hoy los consume la inercia.
Su peso obligaba a los gobiernos a negociar para evitar protestas que tomaban las calles y paralizaban la docencia, las labores, el comercio… Manifestaciones gestadas en una comunión de sectores, Iglesia Católica, grupos populares, comités de amas de casa, estudiantiles y partidos, sobre todo de izquierda.
Aunque han aumentado los problemas de antaño, alto costo de la canasta familiar, desempleo, falta de obras públicas, delincuencia, apagones, otro gallo canta, el de la apatía.
Religiosos, dirigentes populares, izquierdistas y sociólogos que trabajan en esas demarcaciones, concuerdan en que las organizaciones han sido debilitadas por la descoordinación y la infiltración de gobiernos, empresarios y entidades políticas, que inciden hasta en las elecciones de las juntas de vecinos.
Esas localidades tienen tasas de desocupados de las más altas del país, de hasta 60 %, la falta de aulas alcanza 38 %, deserción escolar 35 %, embarazo precoz 23 % y el acceso a servicios de salud es precario, de acuerdo con números estatales y de estructuras comunitarias.
Reciben pírrica inversión en infraestructuras esenciales, como hospitales, planteles, acueductos y vías, carecen de clubes sociales y deportivos. En cambio, pulula la violencia, la prostitución, el uso de drogas y los ritmos musicales que incitan a la vida ligera. La más reciente huelga de relevancia fue el 9 de abril de 2008.
Trabajo descoordinado

El coordinador del Frente Amplio de Lucha Popular (Falpo), Milciades Gerardo, asegura que a sectores políticos y empresarios no les interesa que haya movimientos fuertes, capaces de arrancarles reivindicaciones, porque eso le da poder al pueblo y “nos quieren manejar a su antojo, sin que la gente adquiera conciencia”.
“El enfriamiento ha sido un proceso de años. En eso también ha jugado un papel importante, la proliferación de las iglesias, que venden los problemas como una prueba divina y no producto de inequidad”, afirma.
Explica que surgen el 14 de febrero de 1985, con el objetivo de coordinar los reclamos de los núcleos que convivían en los barrios y pueblos (clubes culturales y deportivos, juntas de vecinos, asociaciones de amas de casa, de campesinos, etc.) para demandar reivindicaciones.
Afirma que, pese al agotamiento de los colectivos, la entidad incide en muchas jurisdicciones, con énfasis en los barrios Capotillo, Los Tres Brazos y Simón Bolívar y en los pueblos Haina, San Francisco de Macorís, Santiago, Navarrete, Esperanza, Mao, Salcedo, Barahona, Neiba, Higüey.
“Las protestas en el Gran Santo Domingo son diarias, por agua potable, contra los apagones, y las altas tarifas eléctricas, contra los desalojos, por escuelas, hospitales. Lo que sucede es que son movimientos aislados y al no tener quién los coordine, la mayoría no son percibidos”, asegura Gerardo.
¿La Izquierda, dónde anda?
Una crítica a la izquierda dominicana es su vinculación con los partidos “tradicionales” que han asumido el poder y de cuyas mieles sus dirigentes gozan. María Teresa Cabrera, excandidata presidencial del partido Frente Amplio, proclama que luchan por la justicia, por el respeto de los derechos humanos, la soberanía y los recursos naturales.
Considera la explotación fuente de acumulación de riqueza para un pequeño grupo, por lo que la movilización es necesaria. Por tanto, “animan e influyen en la sensibilización”.
Considera que hay razones para protestar y lo mismo que Gerardo, indica que la coordinación ha disminuido y como derivación, el poder de manifestación. De los factores que cree influyen destaca la imposición de políticas neoliberales con la estrategia del Estado de captar a las organizaciones.

Suma la promoción del individualismo, el consumismo, el hedonismo y con ello alienación social y vender la idea de que los pobres son culpables de su situación y, por tanto, no hay que reclamar y que los patronos, ahora empleadores, son gente buena que da empleo.
“Así las cosas, aquellos sindicatos y organizaciones de amplia base social y con gran capacidad de movilización están reducidos, de algunas solo queda el nombre y sus recuerdos y de las existentes muchas están condicionadas”, lamenta.
Aclara que tienen buena relación, pero no vinculación con el Falpo, que Frente Amplio es política, organiza y desarrolla protestas y participa en elecciones, si las circunstancias aconsejan. Con quienes sí tienen unión directa es con el Bloque Popular Jesús Adón, que agrupa a entidades como el Movimiento de Mujeres Trabajadoras, Juventud Caribe, otras…
Desde las necesidades
Ramón Antonio de Jesús, presidente de la junta de vecinos del sector Simón Bolívar, plantea la urgencia de reavivar la lucha, porque hay motivos, reconoce que están dispersos “nos falta la integración, hay que trabajar con la gente. Trabajaremos de cerca con la comunidad de la mano de la Iglesia”.
Entre las razones de reclamo cita el sistema eléctrico, en 1995 cambiaron las redes y jamás han vuelto a revisar, lo que degenera en cables sulfatados, postes de luz en mal estado y uno a punto de caer sobre la edificación de la parroquia Perpetuo Socorro. “Las áreas cercanas al río Ozama tienen una conexión riesgosa y las lámparas públicas que dotó el Estado ya no funcionan”.
El pueblo conoce la raíz del mal
En las zonas antes batalladoras, la mayoría de los consultados está de acuerdo con las manifestaciones y considera que los dirigentes comunitarios aportan poco, porque están en el Gobierno o usan beneficios a su favor como bonogás, luz y tarjeta Solidaridad y en las listas colocan a discreción a sus relacionados.

Lo mismo en la obtención de pensiones, seguro subsidiado de salud y hasta “en la cajita” que dio el Instituto de las Telecomunicaciones” para el cambio a televisión digital.
“Hay que activarse, esto no era así, reclamábamos nuestros derechos. Mira cómo está la basura, porque nunca ha venido la alcaldesa Carolina Mejía, tampoco hay trabajo”, proclama Carlos Ramírez, del ensanche Luperón.
Merilda Núñez, de Los Mina, cree que la indiferencia de las autoridades siembra desesperanza y las prebendas atraen a los “líderes”. Aclara que no es que la gente salga a la calle a violentar, es que hay muchas formas de reclamar y la población no usa ninguna.
“Una que otra vez hay un tema en palestra y alguna figura conocida convoca pa la calle y la oposición saca provecho, hace décadas que esto ocurre. Pero los males que afectan a la nación, sobre todo, a los marginados no son denunciados. Hay un silencio penoso”, expresa Luisa Jérez, de Herrera.
Luisa Santana, de Los Alcarrizos, atribuye esta indolencia a la alienación que trae el individualismo, las pantallas, abandono de escuelas, consumo de drogas, y precocidad sexual, y una música que incita al dinero fácil, cantada por jóvenes salidos incluso de esos mismos lugares, que pudieran con su arte ser replicadores de cambio.
Tres emblemas de lucha hoy dormidos
Los Alcarrizos, Herrera y Los Mina están en lados distintos de la provincia Santo Domingo, pero los une su historial de lucha, la abundancia de grupos culturales, populares y sociales, que entre principios de los ‘70 y de 2010, mantenían a la población despierta, firme y han mermado hasta en 75 %, según el sociólogo y dirigente popular Ramón Sáenz.
“La gente está zombi, así dicen los muchachos ahora y ese mismo lenguaje debería ser usado para llegarle a la ciudadanía y hacerla reaccionar, con la juventud como multiplicadora”, plantea.
Jóvenes es lo que predomina en Los Alcarrizos, cerca del 60 % de su alrededor de 400 mil moradores tiene menos de 35 años. No obstante, sus grupos juveniles están desintegrados.
Aunque desde 2001 es un municipio de la provincia Santo Domingo, creada ese año, todavía es visto como un barrio, pese a sus 54 kilómetros cuadrados, a sus dos distritos municipales, Palmarejo-Villa Linda y Pantoja, y a sus 60 sectores y subsectores, cargados de carencias.
Herrera, en Santo Domingo Oeste, mide 20 kilómetros y su población supera las 152 mil personas, lo que lo vuelve denso. Sobresale su actividad comercial, a la cabeza la zona industrial, su historia de reivindicación y su activa vida comunitaria, ya pasado.
Los bajos salarios no ayudan a dejar la pobreza y el grueso de sus moradores, cerca de 72 % es clase baja a media baja, con fuerte identidad urbana.
San Lorenzo de los Negros Mina, Santo Domingo Este, con 200,000 habitantes y 104 kilómetros, es uno de los sectores más grandes del país e incluso del Caribe.
Dividido en Norte, Sur, y Los Tres Brazos, con 33 sub-barrios, es rico en folclor y cultura carnavalesca, no así en fuentes de ingreso ni respaldo estatal, lo que hizo proliferar las organizaciones y los clubes, desde los que la población exigía justicia social y que ahora están casi extintos.
En 1676, cimarrones o esclavos rebelados, la mayoría de la etnia Mina, huyeron de la parte francesa de la isla y formaron allí un asentamiento. San Lorenzo fue designado su patrón, de ahí el nombre de la demarcación fundada por rebeldes.

Parte alta pero invisible
Capotillo, 27 de Febrero, 24 de abril, Luperón, Simón Bolívar. En común sus nombres de peso, homenaje a dos gestas independentistas y a otra que tuvo aguerridos comandos en el área, a un patriota dominicano y al fundador de la Gran Colombia. Todos en el mismo punto del Distrito Nacional, la circunscripción tres, el norte o parte alta. La más pobre y vulnerada.
Los datos del cabildo y mediciones de entidades barriales arrojan que alrededor de 372, 000 personas viven en la demarcación, con promedio de 54 % adolescentes y jóvenes. Conformada por 14 barrios y 38 subsectores, en 45.1 kilómetros cuadrados, con elevado hacinamiento de 13, 000 habitantes por hectárea.
Comparten una amplia diversidad cultural, religiosa, carnavalesca, de combate y de ausencia de planes sociales. La delimitación era el centro de levantamientos callejeros, con Capotillo como base. En la otrora combativa barriada de 10 kilómetros viven cerca de 50, 000 personas. Es una de las zonas más pobladas del país.
La escuela Salome Ureña, antes club, fue comando de la guerra de abril de 1965 y de la revuelta de 1984. Célula de “la izquierda” y cuna del combate a “los 12 años” de Joaquín Balaguer.
En los nueve kilómetros cuadrados del ensanche Luperón habitan 25,700 seres que subsisten de “lo que aparezca” y de pequeños comercios y solo cerca de un 20 % de empleos estatales. El barrio 27 de febrero, de tres kilómetros, tiene 19 mil pobladores, el 65 % vive de la informalidad.
En los cuatro del 24 de Abril, hay 46, 870 moradores. La hacinada comunidad registra menor delincuencia, pero mismas privaciones.
En el ensanche Simón Bolívar habitan 37 mil, en seis kilómetros al cuadrado. Su cercanía con el río Ozama contribuye a la manutención, la pesca, el traslado en yolas y el comercio son fuentes de ingreso. El trabajo formal apenas alcanza un 39 %, por lo que predomina el chiripeo.
Tomaron connotación en la “parte alta” dirigentes como Abel Rojas, que de forma constante denunciaba persecución policial, por la que debía abandonar su residencia, pero aseguraba que impulsaba las huelgas desde otro sitio. Hoy es vinculado con el Gobierno.
El pueblo de Dios levantado
En la casa curial del ensanche Simón Bolívar, el sacerdote Modesto Arias Florentino trata con líderes barriales cuatro temas cruciales: educación, salud, electricidad e instalaciones deportivas.
Concluyen en que es fundamental que la gente conozca sus derechos, porque razones sobran y anuncian que reactivarán la lucha para lograr más aulas, saneamiento de cañadas, una casa de día para ancianos, que quedan solos y a veces en un hogar hay tres cuidados entre ellos, canchas y un “techado”, para actividades sociales.
El cura explica que acompañan desde cuando eran capilla y narra que en 1982 levantaron un plantel de 16 salones, con los recursos diligenciados por el padre Adolfo Casado, que hasta usó fondos de su familia, y los aportes de la comunidad. “La parroquia cumple 60 años el 20 de noviembre, siempre al lado del barrio”.
Wilton de la Cruz, activista de salud, indica que cuentan con dos hospitales, pero falta personal, que tienen una cantidad grande de ancianos con enfermedades de alto costo y mentales que no pueden enfrentar y necesitan espacios de actividad física.
Wellington Montilla, gestor de educación, expone que urge la asistencia de las autoridades en la reparación de centros escolares, y en la construcción de otros para lo que tienen incluso el terreno.
Marisol Vidal, directora de la escuela parroquial Perpetuo Socorro, expresa que el presupuesto que reciben del ministerio llega con retraso tal, que el de enero y febrero los entregaron en julio y confía en que está vez sí les doten de útiles escolares y reparen el patio, para evitar más accidentes, como el que produjo fracturas en una pierna a un estudiante.
El representante de los deportistas, Carmelo Guzmán, destaca el interés de niños y jóvenes en practicar y la ausencia de un lugar, pues lo hacen en centros educativos prestados hasta las cinco de la tarde, lo que impide asistir a los que trabajan. Por todas estas situaciones volverán a solidificar los grupos para exigir.