Panorama Nacional. -La Calle El Conde, ubicada en el corazón de la Zona Colonial de Santo Domingo, sigue siendo un punto de referencia obligado para turistas y locales. Pero sus fachadas, desgastadas por el tiempo, recuerdan con nostalgia lo que alguna vez fue: el paseo más elegante y bohemio de la capital.
Un nombre con historia
En sus orígenes, esta vía llevó distintos nombres: Clavijo, Real e Imperial. No fue hasta 1924 que recibió su denominación actual, en honor a Bernardino de Meneses y Bracamonte, conde de Peñalba, quien en 1655 defendió la ciudad de la invasión inglesa.
El esplendor de los años dorados
Durante las décadas de 1950 y 1960, El Conde vivió su máximo esplendor. Era el eje de socialización de la capital, angosta, pero llena de vida. La juventud practicaba el famoso “condeo”: caminar elegantemente, vestido para ver y ser visto.
Los automóviles de lujo —Cadillac, Buick y Chevrolet— desfilaban junto a mujeres con tacones y pamelas, mientras cafeterías como El Sublime, La Cafetera, Chez y Baitoa se convertían en epicentro de tertulias literarias y artísticas.
La arquitectura reforzaba su carácter cosmopolita: en 1927 se inauguró el Edificio Baquero, primer inmueble de hormigón con ascensor del país; el Edificio Díez (1929) fue considerado el más bello de la ciudad; y en 1956 abrió sus puertas la lujosa Casa López de Haro, decorada en estilo Luis XV.
Una calle cultural y activa
El Conde era mucho más que una avenida comercial: albergaba cines como el Santomé, el Capitolio y el Rialto, hoteles y tiendas de prestigio. Desde la mañana hasta la noche, la vía se mantenía cargada de vida, con una mezcla única de modernidad y tradición.
El presente: turismo y abandono
Hoy, la Calle El Conde ofrece un contraste marcado. Aún concentra comercios, restaurantes y vendedores de artesanías —pinturas, sombreros, collares y recuerdos típicos—, además de franquicias internacionales.
Sin embargo, gran parte de sus edificios emblemáticos muestran señales de abandono. El Edificio Copello, pionero en altura en República Dominicana, luce deteriorado; le faltan letras en su fachada y mantiene un aire fantasmal. En muchos tramos, abundan los carteles de “Se alquila” o “Se vende”.
Un patrimonio en riesgo
El deterioro se hace evidente en balcones oxidados, fachadas descascaradas y estructuras que parecen resistir solo por inercia.
A esto se suma que ya no existe la misma afluencia de personas que en épocas pasadas, cuando la calle atraía por su oferta cultural, social y comercial. Hoy, además de los locales cerrados y vacíos, varios de sus edificios lucen cubiertos de grafitis que acentúan la sensación de abandono.
Patrimonio que resiste
Aunque su brillo cultural y bohemio se ha opacado, El Conde sigue siendo un espacio cargado de historia. Actualmente, se desarrollan planes de remozamiento de calles y fachadas con el objetivo de recuperar parte de la vitalidad que convirtió a esta vía en el corazón elegante y cultural de Santo Domingo.